Sin la programación —y las mentes detrás de ella— no conoceríamos el mundo como lo conocemos hoy. No podríamos, por ejemplo, utilizar sistemas operativos, acceder a aplicaciones móviles, jugar videojuegos, estudiar en línea, tener reuniones vía Zoom… Sin la programación, incluso, no podrías estar leyendo esto ahora mismo desde tu computadora o celular.
Para celebrar a quienes hacen que estas cosas sean posibles, internacionalmente se conmemora, año a año, el Día del Programador. Se eligió para ello el día número 256 del año, pues con un código de ocho bits se pueden representar 256 caracteres diferentes. Así, la fecha varía entre el 13 y el 12 de septiembre, dependiendo de si el año es bisiesto, como este 2020.
Desde ESPOL estamos conscientes de la importancia de esta disciplina en el mundo y en la formación de nuestros futuros profesionales. Por eso, los politécnicos aprenden a programar en nuestras aulas desde las cuales han nacido increíbles proyectos que van desde un videojuego para aprender sobre los bosques, hasta una guitarra eléctrica con sensores láser en lugar de cuerdas.
Hoy, para unirnos a esta celebración, destacamos la programación como una herramienta que potencia en los politécnicos su capacidad de resolución de problemas, les ofrece diferentes formas de pensar y les da una gran ventaja competitiva al poseer nuevas habilidades requeridas en distintos entornos.
En ESPOL todos aprenden a programar
En el contexto latinoamericano se dice que no saber programar equivale a no saber inglés. Según la web especializada Scratch School, ambos son idiomas universales. Con esto en mente, desde 2016 todos los estudiantes de las 32 carreras de ESPOL, cursan la materia Fundamentos de Programación como parte de su malla curricular.
Para el profesor Rafael Bonilla, con los avances de la tecnología la mayoría de ideas pueden ser llevadas a la realidad mediante programas de computadoras. “‘Si lo puedes imaginar, lo puedes programar’ significa que el primer paso es visualizar la solución en mi cabeza. Luego, la programación me da un lenguaje en el que puedo expresar esta idea para que la computadora lo entienda y lo ejecute”, dice.
Asimismo, el profesor Rodrigo Saraguro considera importante la programación en la formación profesional ya que la tecnología está inmersa en nuestra vida cotidiana y laboral, lo que ha permitido transformar problemas de muchas áreas en soluciones automatizadas, sea a través de un programa, una aplicación web/móvil, control de dispositivos, algoritmos inteligentes, entre otros.
Según Saraguro, desarrollar esta habilidad en los estudiantes expande sus posibilidades a descubrir necesidades y oportunidades. “Pueden trabajar en la mejora de procesos, automatizar actividades, resolver problemas en menor tiempo, analizar datos sin la dependencia de software o licencias, y para emprendedores, ahorrar recursos que les permitan iniciar su empresa”.
Un proyecto relacionado a la programación es el videojuego 3D Mi Bosque, liderado por el profesor Rodrigo Saraguro. Se trata de una plataforma educativa dirigida a niños de escuelas, cuyo objetivo es convertirse en un recurso complementario de Ciencias Naturales. El juego cuenta con la participación de estudiantes de las facultades de Ingeniería en Electricidad y Computación; Arte, Diseño y Comunicación Audiovisual; Ciencias de la Vida, y Ciencias Naturales y Matemáticas.
A continuación puedes ver un vídeo sobre la primera versión de Mi Bosque. Actualmente, se trabaja en una versión que se publicará el próximo semestre en el sitio web de El Bosque Protector La Prosperina.
“Me sorprende ver el crecimiento y la capacidad de los chicos en ESPOL”, dice Rafael Bonilla, quien recuerda que muchos estudiantes se sienten desubicados o desconectados con la materia al inicio del semestre, pero —poco a poco— van despertando su interés hacia la programación. “Se van dando cuenta de que sí pueden, crece su confianza, crece su autoestima. Se convierten en los mejores estudiantes del curso, participan en concursos como el PyWeekend y no quieren parar de programar. Buscan qué más hacer con programación desde el enfoque de su carrera”.
Politécnicos que lo imaginaron… y lo programaron
Álvaro Criollo es estudiante de Licenciatura en Nutrición y Dietética y empezó a programar en la materia Fundamentos de Programación. En 2019 ganó junto a su equipo FunPy (integrado por estudiantes de las facultades de Ciencias de la Vida y de Diseño, Arte y Comunicación Audiovisual), el primer lugar de la quinta edición del Pyweekend, al programar un robot que pueda desplazarse de un punto a otro, esquivando obstáculos.
Neythan León es presidente del Club de Mecatrónica. Al terminar el colegio se interesó en aprender a programar para ayudar a su padre a tener su propio programa de contabilidad. Desde entonces ha participado en competencias relacionadas a la programación, ha podido dirigir el Club de Mecatrónica en ESPOL y trabajar en proyectos que además de programar implican diseñar y construir dispositivos programables. Hoy trabaja con un equipo de amigos en su primer emprendimiento: una aplicación para prestar servicios profesionales. Recientemente organizó una competencia para los integrantes del club y el proyecto que ganó fue un Sistema Inteligente de control y Monitoreo de Cultivos Agrícolas.
Evelyn Mejía, presidenta de Célula Estudiantil Microsoft ESPOL, conoció sobre programación en una clase de informática, a los 13 años y, reconoce que ha sido clave para mejorar su pensamiento crítico. Con sus compañeros de Célula Microsoft ESPOL han trabajado en varios proyectos relacionados a la programación como un sistema hospitalario que permita llevar el control de los pacientes con sintomatología de COVID-19 en hospitales improvisados; y otro proyecto, en colaboración con el Banco de Alimentos de Guayaquil y representantes del Programa de Sostenibilidad ESPOL, que consiste en mapear los lugares donde se puedan realizar donaciones.
Nicole Álvarez es presidenta del Club Kokoa, afirma que al ser la tecnología parte importante de la vida cotidiana, la programación posibilita desde aplicaciones que pueden solventar problemas sociales de una manera nunca pensada, hasta conseguir más provecho del hardware, haciéndolo más eficiente y abaratando costos. Como parte de los proyectos desarrollados por Kokoa, teniendo como base la programación, se creó ‘Clubs’, un juego para que nuevos estudiantes recorran desde sus celulares el campus Gustavo Galindo Velasco; sin embargo, la idea evolucionó a una experiencia interactiva en la que los estudiantes puedan conocer las ventajas que ofrecen los clubes de ESPOL.
Xavier Figueroa es presidente del Club TAWS, desde donde se realizan proyectos de investigación como analizar la evolución de la crisis en Venezuela o cuantificar el impacto del terremoto de abril de 2016. La mayoría de sus proyectos aplican técnicas de machine learning sobre datos obtenidos en redes sociales. “La recolección de estos datos requiere de ciertos conocimientos de programación. Recientemente construimos un sistema web que permite extraer datos de Facebook, Twitter e Instagram, solo con clics, sin necesidad de programar nada nuevamente. Esto evita repetir esfuerzos y permite ahorrar mucho tiempo que puede destinarse al análisis de los datos”.
Jhonston Benjumea es presidente de Phycom, club estudiantil en el que conoció la programación, pues sus proyectos y actividades están relacionadas a la interacción hombre-máquina. “Descubrí que la programación llega a ser divertida y con ella puedes crear todo lo que te imagines. Con la programación en mi carrera he logrado realizar aplicaciones móviles, páginas webs, videojuegos y automatización”. Uno de los proyectos desarrollados por el club es una guitarra electrónica cuyas cuerdas convencionales han sido reemplazadas con sensores con haces de luz; actualmente se encuentran desarrollando un robot y aplicación médica; un simulador de tiros libres y un app para personas con discapacidad.